Un referente en el teatro lírico español.
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La obra se desarrolla en el ambiente madrileño de principios del siglo XX. Tiene mucho de género chico, inteligentemente renovado por Ramos de Castro, Carreño y Sorozábal, quienes supieron actualizar el Madrid chulapo, consiguiendo un nuevo sainete madrileño, de su tiempo, desarrollándose en un entorno musical bajo los nuevos ritmos que estaban de moda en esos años 30, en el que cada número es bailable – salvo las dos romanzas – como ya hicieran en Chueca, Rubio, Nieto y la mayoría de autores del género chicho del XIX. Esta obra se ha convertido en un clásico, no porque refleje una época, sino porque refleja un sentir y un pensamiento muy profundo alejado de todo molde y de todo tipismo.